CONSUMMATUM EST

Cristian Corvalán Villagrán


¿Traicionar a ese Dios? ¿Al que primero nos infundió
el sentido y nos infundió la vida, al animador,
al genio tutelar de nuestro Amor?
Eso, eso yo no lo hubiera permitido.
Hölderlin


Los tiempos finalmente se cumplieron, y lo que debió ser el apoteósico fin de una monumental ópera Wagneriana, la gran consumación, el colosal término de una vida de lucha, de entrega fiel y leal a la más hermosa melodía tañida en el comienzo de la caída como recuerdo incorruptible e imperecedero de la sinfonía increada del origen, expresada a través de la memoria de la sangre del Minnesänger de las serranías, debo decir obrando con justicia, que desgraciadamente, para muchos de los fieles y leales allí presentes, no fue y desagradablemente no llegó a ser más que una escueta romanza carente de genio, profanada por malintencionados ritos judeocristianos nacidos al alero de alguna mente ignorante, o quizás simplemente premeditada y por ello doblemente culpable, logrando cambiar con ello abruptamente, profunda y de manera irremediable, el escenario de la partida.

Oportunamente, aquellos oscuros ritos ya han sido rectificados por sus custodios leales, siguiendo paso a paso, con devoción prístina y diáfana, la voluntad superior que los guió por la ruta correcta que el mismo Maestro fuera dejando registrada sobre la partitura de su vida para la interpretación del último movimiento de su Fuga.

Sin embargo, el actuar noble de sus custodios enmendando el error infame, no puede ocultar aquello que se yergue en el recuerdo, asomando sus tentáculos horribles, al enarbolar el deplorable estandarte de la traición.

Enunciaba el eximio jurista romano Ulpianus, que no se ve que tenga mala intención quien usa de su derecho, no obstante, y fundamentalmente en este oscuro incidente, es sumamente necesario recalcar, aludiendo a Alfonso X, que quienes dejaron errar al rey a sabiendas, traicionando lo que sus consciencias debieron acusarle, merecen sin misericordia alguna, pena como traidores, porque haciéndome eco de estas sabias palabras, entiendo que no existe mayor traición que aquella ejercida contra nuestros principios fundamentales de compromiso y lealtad hacia el conocimiento entregado por Don Miguel, enseñanzas que cualquiera que las haya comprendido profundamente, le habrían permitido tener completa claridad de lo que el propio ser interior habría de demandarles a través de la fidelidad y la estricta observancia de los actos, palabras y escritos del Maestro, cualquiera de ellos, fundamentos infalibles, que les habrían aportado las claves necesarias para llevar a cabo los ritos imprescindibles y adecuados al momento de su despedida.

Lamentablemente esto no fue así, y extraños sucesos promovidos por las debilidades; reales, asumidas o simplemente fingidas de sus más allegados, terminaron devastando el paisaje por medio de una profunda y desgarradora agresión, una sedición inesperada de la consciencia hacia los valores más trascendentes que conllevan lo más elevado de cada uno de los fieles que allí estuvimos presentes contemplando un ataque, deliberado y ruin, a manos de personas ingenuas, endebles y confundidas que en su mansedumbre y adormecimiento no percibieron los indicios de aquellos actos terribles que posteriormente se sucedieron bajo su condescendiente clemencia, y que una vez llevados a cabo, de manera ciega, torpe e irracional, buscaron pretextos absurdos e inverosímiles que les pudieran otorgar la indulgencia plenaria de aquellos que con toda seguridad reprocharon sus actos pues preveían con antelación la oscura obra que se estaba programando.

Finalmente, aquello que debió ser un acto de pura consciencia y elevada trascendencia se convirtió en una apología a la flaqueza espiritual, a la fragilidad de los contenidos a la inconsecuencia de los actos de quienes conformaban el séquito espectral del mundo de las
sombras.

Renegar con dichos y acciones —voluntarias o involuntarias, conscientes o inconscientes— aquellas confianzas otorgadas, empeoran aún más la deslealtad pues a mayor confianza mayor es el valor que asume esta traición, llevando este acto definitivamente a los límites de lo perverso y abyecto.

“Excusatio non petita acusatio manifiesta”, rezaba el antiguo adagio latino, por lo mismo, cualquier explicación a estas alturas resulta inadecuada y falaz pues este asunto nos conduce a un camino sin retorno. No obstante, algo bueno puede sacarse en conclusión de esta absurda trama, pues es a través del mal que el bien siempre se alcanza. Y es que esta traición se ha convertido en un paso necesario e indispensable, una felix culpa en esta nueva historia que comienza a escribirse en el rescate del verdadero legado de Don Miguel Serrano, herencia que no se remite a simples bienes materiales pues como decía un peregrino de la Gran Ansia… el legado de Don Miguel “está más allá de la poesía, en medio de una comunidad de Camaradas y Hermanos que nunca olvidarán todo lo que es deuda eterna al Maestro de las serranías”…



H. H.
S. H.

En la Frontera, Temuco 5 de mayo de 2009